Esta biblioteca digital alberga el libro sobre Oncología y Oncocirugía Ortopédica.

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Diagnóstico de las lesiones óseas

Diagnóstico de las lesiones óseas

Figura 1: Las neoplasias óseas se dividen en primarias, que pueden ser benignas o malignas, y secundarias, resultantes de enfermedad, radiación o metástasis. Además, existe un grupo de lesiones que simulan tumores óseos, como el quiste óseo simple, el quiste óseo aneurismático, el defecto cortical fibroso, el granuloma eosinofílico, la displasia fibrosa y el tumor pardo del hiperparatiroidismo. Para investigar el diagnóstico del paciente, es fundamental realizar un abordaje estructurado, que incluya anamnesis y exploración clínica, pruebas de imagen como radiografía, tomografía computarizada o resonancia magnética, pruebas de laboratorio específicas, biopsia para evaluación histopatológica y técnicas de cartografía vascular y gammagrafía ósea para comprender mejor la lesión.
Figura 2: Para el diagnóstico de las lesiones óseas, es fundamental mantener un equilibrio entre la clínica, la imagen y la patología. La clínica debe ser la base de sustentación de esta pirámide. Analicemos el caso de esta adolescente que presenta una alteración en la región distal del muslo, donde observamos edema, calor, dolor y un punto de alteración en la piel. ¿Podría ser una picadura de insecto? ¿Un hematoma? ¿Una infección? ¿Una fractura expuesta por una herida puntiforme? ¿O estaríamos ante un tumor? La imagen es agresiva, con límites imprecisos, lesión intra y extrósea, y una reacción perióstica fina en la zona metafisaria del fémur. Estos hallazgos descartan hipótesis diagnósticas y confirman que se trata de un tumor formador de hueso. El patólogo, al analizar la lámina con anaplasia, hipercromasia, mitosis atípicas y polimorfismo de células alargadas, podría interpretarlo como un fibrosarcoma. Si recibimos este diagnóstico, debemos cuestionarlo, presentando la clínica y la imagen de la paciente, para evitar una nueva biopsia. La histología necesita identificar hueso neoformado para obtener un diagnóstico definitivo de osteosarcoma fibroblástico, manteniendo siempre el equilibrio entre la clínica, la imagen y la patología. ¿Será un condrosarcoma? Observamos células redondas y polimorfas, similares a los condroblastos. Si identificamos hueso neoformado, el diagnóstico correcto será osteosarcoma condroblástico. Otra lámina podría sugerir el diagnóstico de quiste óseo aneurismático, pero la presencia de hueso neoformado confirma el diagnóstico de osteosarcoma teleangiectásico. ¿Podría tratarse de un osteoblastoma agresivo? Si la muestra presenta hueso neoformado, el diagnóstico definitivo será osteosarcoma osteoblástico. Por lo tanto, constatamos que la biopsia debe ser el procedimiento final, ya que el osteosarcoma puede presentar diferentes histologías. Por ello, es esencial mantener la correlación entre la clínica, la imagen y la patología en perfecto equilibrio para un diagnóstico preciso.
Figura 3: La biopsia es un procedimiento esencial para confirmar un diagnóstico, complementando la información obtenida de la clínica y el diagnóstico por imagen. Veremos su concepto, los diferentes tipos de biopsias, sus indicaciones y la planificación adecuada para realizarlas.
Figura 4: El objetivo de la biopsia es obtener una muestra representativa de la lesión que permita el análisis histopatológico y un diagnóstico preciso.
Figura 5: Los tipos de biopsia incluyen: Biopsia percutánea, realizada con agujas, utilizada cuando es necesario obtener muestras para el examen histopatológico previo al tratamiento. Biopsia incisional, también conocida como biopsia abierta, utilizada cuando es imprescindible analizar parte de la lesión para definir el abordaje terapéutico. La biopsia escisional, en la que se reseca completamente la lesión, está indicada cuando los hallazgos clínicos y de imagen son suficientes para permitir un tratamiento definitivo.
Figura 6: Las afecciones que pueden tratarse sin biopsia previa son el osteoma, el osteoma osteoide, los osteocondromas y los condromas de manos y pies. Estos últimos pueden tratarse quirúrgicamente en una fase posterior, si es necesario, debido a la anatomía de los dedos como compartimentos independientes. Además, algunas lesiones óseas, como el condroblastoma, los quistes óseos simples, los quistes óseos yuxtaarticulares y los defectos fibrosos corticales, también pueden prescindir de una biopsia prequirúrgica, al igual que algunas lesiones de partes blandas.
Figura 7: En cuanto a la indicación de la biopsia, comenzamos discutiendo un caso clínico relevante. El paciente hospitalizado presentaba una lesión en la pared abdominal, detectada por tomografía, con abultamiento en la proyección de los músculos recto abdominal y transverso del abdomen. Para analizar adecuadamente el origen de la lesión, consideramos las principales estructuras de la pared abdominal: - Piel (posibilidad de carcinoma espinocelular, basocelular o melanoma) - Tejido subcutáneo (¿lipoma, liposarcoma?) - Fascia muscular (fibroma desmoide) - Músculo estriado (fibroma, fibrosarcoma, rabdomiosarcoma) - Vasos sanguíneos (hemangioma, hemangiosarcoma) - Peritoneo y cavidad abdominal (fuera de nuestra competencia) Ante la extensión de la lesión, sugerí al médico que consultara con un cirujano especializado, ya que, si se tratara de una neoplasia maligna, yo no podría manejarla adecuadamente. Lo ideal es que la biopsia sea realizada por el profesional responsable de la futura cirugía del paciente. Sin embargo, el médico insistió en llevar a cabo la biopsia, mencionando que el paciente estaba ictérico y ya había pasado por ecografía abdominal y varios exámenes de laboratorio. Al preguntarle sobre la historia clínica del paciente, noté que no se había realizado una anamnesis. Propuse, entonces, realizar una visita al lecho hospitalario para evaluar directamente al paciente. Durante la consulta, el paciente informó que era asmático y describió el inicio abrupto de los síntomas después de un episodio de tos intensa, ocurrido hace once días. El dolor intenso en la región umbilical fue seguido por un abultamiento inicial significativo, que comenzó a reducirse. Además, la pared abdominal lateral presentaba endurecimiento. Tras la evaluación clínica, sugerí que no se realizara ninguna biopsia y que el paciente fuera dado de alta, ya que la ictericia y los niveles elevados de bilirrubina eran consecuencia de un gran hematoma infiltrado en la pared abdominal, causado por una ruptura espontánea del recto anterior del abdomen. La lesión ya estaba en proceso de reparación, y una biopsia solo mostraría un cuadro inflamatorio en resolución, pudiendo resultar en un diagnóstico histológico de miositis proliferativa. En este caso, fue la historia clínica la que llevó al diagnóstico definitivo. Déjame saber si necesitas ajustes en la traducción o si deseas que traduzca otro texto. ¡Estoy aquí para ayudar! 😊
Figura 8: Tras el alta, la paciente regresó a la consulta con equimosis residual del hematoma, que en reposo se había acumulado en el flanco del abdomen. La historia clínica fue esencial para el diagnóstico, y la simple observación clínica guió el tratamiento.
Figura 9: Este caso se enmarca dentro de la evaluación clínica y la importancia de la exploración física para formular el diagnóstico correcto. En la consulta externa, al considerar la vía de acceso para la biopsia, el análisis de la imagen llevó a la necesidad de cuestionar factores fundamentales como la edad y la historia clínica de la paciente. La paciente refirió tener 67 años y presentar múltiples lesiones con características destructivas. Las sospechas iniciales incluían metástasis, mieloma o tumor pardo por hiperparatiroidismo. Al revisar la historia clínica de la paciente, encontré registros de dolor en la tuberosidad isquiática, así como pruebas de laboratorio y radiografías que ya se habían realizado. Sin embargo, al examinar directamente a la paciente, quedó claro que la lesión no estaba en la tuberosidad isquiática, sino en la región inguinal anterior a la pelvis, lo que indicaba que no había sido examinada correctamente. El diagnóstico correcto reveló que se trataba de una hernia inguinocrural, y las imágenes de aparente rarefacción ósea en la radiografía de pelvis correspondían a gas intestinal superpuesto. Si se realizara una biopsia, habría riesgo de perforación intestinal. En este caso, la exploración física fue fundamental para un diagnóstico preciso, evitando un procedimiento innecesario y potencialmente dañino.
Figura 10: ¿A qué capítulo corresponde este caso? El residente de guardia del servicio de urgencias acude a la consulta de tumores óseos y pregunta: "Doctor, ¿qué tumor parece tener este paciente? ¿Podemos programar una biopsia?". Como el médico no conocía los antecedentes del paciente, acudimos al servicio de urgencias del hospital, donde nos informa de que los síntomas comenzaron hace seis meses, con dolor, calor y supuración. Cuando se cerró la herida, empezó a tener fiebre, se hinchó y el dolor aumentó. A veces, obtener un historial médico es un reto, ya que el paciente puede ocultar o no proporcionar información completa. Conseguimos que confesara que se había lesionado y sangrado mucho al saltar por encima de una barandilla hacía dos años, pero que no había buscado atención médica por miedo a ser denunciado. En primer lugar, fue necesario reconstruir la historia clínica. A continuación, pedí al residente que solicitara una radiografía lateral y, para mi asombro, aún no la había solicitado. La radiografía lateral reveló la presencia de un cuerpo extraño. La punta de lanza de la valla metálica había irritado el periostio, generando una reacción perióstica sólida y dando la falsa impresión de un tumor esclerótico. En este caso, la obtención de imágenes adecuadas fue esencial para el diagnóstico. La anatomía patológica no puede ser un atajo para el diagnóstico. Siempre debe correlacionarse con los hallazgos clínicos y de imagen. Después de estos tres casos, estudiaremos el controvertido tema de la biopsia.
Figura 11: TC que muestra un osteoma en la región frontal del cráneo. No está indicada la biopsia. El tratamiento puede ser sólo observación o resección si es necesario debido a la deformidad estética.
Figura 12: Osteoma en el cráneo con abombamiento indoloro, que provoca dificultad para peinarse y molestias estéticas. La radiografía revela una lesión esclerótica homogénea, que caracteriza un osteoma
Figura 13: Los osteomas son lesiones bien definidas, homogéneas y generalmente asintomáticas. A veces son hallazgos ocasionales que aparecen en las exploraciones de imagen, como este osteoma de la cabeza femoral, que no requiere tratamiento. Cuando causan molestias al ponerse un guante, como en este periosteoma falángico, puede estar indicada su resección. La extirpación también debe llevarse a cabo cuando se presentan, por ejemplo, en la fosa nasal, obstruyendo y dificultando la respiración. Este otro osteoma, localizado en la frente, dificulta el peinado y provoca importantes alteraciones estéticas, indicando la cirugía de resección sin necesidad de biopsia previa.
Figura 14: Esta lesión se localiza en la región medular de la metáfisis tibial y es un absceso de Brodie, que puede confundirse con un osteoma osteoide. El osteoma osteoide, sin embargo, tiene una localización diferente, produciéndose normalmente en la región más densa del hueso, que es el hueso cortical. A pesar de la diferencia de localización, el tratamiento es el mismo: extirpación de la lesión.
Figura 15: El osteoma osteoide, como ya hemos mencionado, se localiza en la corteza de los huesos largos, o en la parte más densa del hueso afectado. Este caso ejemplifica un osteoma osteoide que afecta a la corteza de la diáfisis tibial. Si necesitas ayuda, ¡estaré encantado de ayudarte!
Figura 16: Osteoma osteoide en el pedículo vertebral, que es la región más densa de la vértebra, y en el calcar del fémur, la región cortical. No hay indicación de biopsia previa al tratamiento.
Figura 17: Osteoma osteoide subtalar, localizado en la región más densa del calcáneo, el sustentaculum tali. No hay indicación de biopsia previa al tratamiento.
Figura 18: En cuanto a los osteocondromas, como este pediculado en el fémur o la tibia, no hay indicación de biopsia. Las características radiográficas de los osteocondromas muestran que el hueso cortical se continúa con el hueso cortical de la lesión, al igual que el hueso medular se continúa con el hueso medular de la lesión.
Figura 19: Osteocondromatosis múltiple hereditaria. Lesiones múltiples en hermanos, resaltadas por las flechas blanca, amarilla y azul. Hay deformidades en las extremidades que, afortunadamente, muestran un crecimiento simétrico con escasa alteración angular.
Figura 20: Condromas en las falanges, identificados durante la investigación de deformidades, generalmente asintomáticos, cuyo tratamiento inicial puede ser únicamente la observación. Si se realiza una biopsia, la histología encontrada será similar a la de esta imagen, mostrando cartílago maduro.
Figura 21: Condroma con insuflación y adelgazamiento de la cortical, que provoca dolor y molestias. Está indicado el curetaje y, si es necesario, se pueden añadir la termocauterización y el injerto autólogo.
Figura 22: Acceso dorsal, curetaje cuidadoso de la lesión e injerto óseo ilíaco autólogo para rellenar la cavidad. En los dedos de manos y pies, las lesiones cartilaginosas suelen tener un comportamiento benigno. Si se produce una evolución no deseada hacia un condrosarcoma tras la cirugía de legrado en estas localizaciones, esto no compromete la posibilidad de curación, ya que la resección completa del dedo -que es el tratamiento del condrosarcoma- seguiría siendo factible.
Figura 23: Lesión epifisaria de rarefacción ósea en un niño, en un esqueleto en crecimiento, con un halo de esclerosis que muestra límites precisos, lo que indica benignidad, y focos de calcificación, a menudo observados en las lesiones cartilaginosas. Esta imagen es característica de un condroblastoma, que puede tratarse quirúrgicamente sin necesidad de biopsia previa.
Figura 24: Quiste óseo simple del húmero, lesión frecuente en la infancia y la adolescencia, localizada preferentemente en la metáfisis. El cuadro clínico incluye hinchazón y dolor debido a la microfractura, momento en el que suele diagnosticarse y puede evolucionar hasta la curación. La lesión está bien delimitada y no sobrepasa la anchura de la metáfisis. A medida que el niño se desarrolla, la cavidad quística puede alejarse del cartílago de crecimiento y situarse en la diáfisis. Se trata de una cavidad única, revestida por una membrana y que contiene líquido seroso, y los hallazgos clínicos y de imagen son suficientes para el diagnóstico y el tratamiento. No está indicada una biopsia previa.
Figura 25: Quiste óseo simple en el peroné. Esta es la única localización en la que el quiste óseo simple puede ser más ancho que la metáfisis, debido a la inflación del hueso cortical, que es delgado en esta localización. Como no se trata de un hueso de carga, la observación puede ser la mejor opción. A medida que el niño se desarrolla, el quiste se aleja de la línea epifisaria y puede mineralizarse, progresando hacia la curación, como demuestra este caso.
Figura 26: Quiste óseo simple en la tibia. Dolor causado por la tracción del ligamento rotuliano sobre la tuberosidad tibial anterior, como consecuencia del adelgazamiento del hueso cortical debido al crecimiento del quiste.
Figura 27: La RM complementa el estudio de imagen, revelando una cavidad única y bien definida con contenido líquido rodeada por una membrana, resaltada por la flecha roja. La membrana sólo capta contraste en la periferia de la lesión. El tratamiento no requiere biopsia previa.
Figura 28: El ganglión es una lesión epifisaria con rarefacción ósea, bien delimitada. Esta IRM muestra la perforación en el cartílago articular, que permite la comunicación entre el líquido articular y el contenido de la cavidad. El ganglión también se conoce como quiste óseo yuxtaarticular.
Figura 29: Radiografía que muestra una lesión circunscrita en la corteza del fémur. La TC muestra que es homogénea, pequeña, de menos de 1,5 cm, delimitada por un halo de esclerosis. Defecto fibroso cortical intervenido por molestias leves causadas por tracción sobre la inserción del tendón del músculo aductor largo.
Figura 30: Dolor en la cara medial del muslo izquierdo hace ocho meses, tras un traumatismo. Hipotrofia del cuádriceps, que muestra una lesión crónica. El dolor era más intenso en la parte distal del muslo. La gammagrafía reveló captación de contraste y la radiografía mostró osificación en los tejidos blandos, en el punto de mayor dolor, apuntando al diagnóstico de miositis osificante. Las pruebas clínicas, de imagen y de laboratorio son decisivas para el diagnóstico de la miositis osificante.
Figura 31: Tomografía y resonancia magnética que confirman la osificación en los tejidos blandos, predominantemente en la periferia de la lesión. La biopsia puede dar lugar a un falso diagnóstico de osteosarcoma. Lo mejor en este caso es tomar los datos obtenidos al pie de la letra, realizar pruebas de Ca++, P++ y fosfatasa alcalina y esperar a que el proceso madure antes de la intervención quirúrgica. Intervenir mientras la FA está alterada podría desencadenar un aumento significativo de la osificación, dificultando la cirugía y complicando el tratamiento. La historia clínica y las pruebas de laboratorio e imagen son suficientes para definir la actuación.
Figura 32: Tumor de partes blandas en la región glútea, homogéneo, con densidad grasa en T1, que acompaña a la aparición de grasa en la imagen con saturación. Se trata de un lipoma, por lo que no es necesaria una biopsia previa a la resección si la opción quirúrgica es la elegida.
Figura 33: IRM que confirma un tejido adiposo homogéneo, con captación de contraste restringida a la periferia del tumor. Resección del lipoma envuelto en su pseudocápsula. LIPOMA.
Figura 34: Resonancia magnética del antebrazo que muestra una lesión de partes blandas en el trayecto del nervio interóseo posterior. La clínica revela un signo de Tinel positivo en el trayecto del nervio, lo que confirma el diagnóstico de SCHWANNOMA. La conducta recomendada es la resección con biopsia, abriendo suavemente el perineuro y enucleando el tumor, que se desprende fácilmente, como si se extrajera un hueso de aguacate.
Figura 35: Otro caso en el que la radiografía revela un tumor en el hueco poplíteo. Las resonancias magnéticas en T1 y T2 delinean la «cola de cometa» en el trayecto del nervio ciático. El tratamiento consiste en extirpar la lesión, que se asemeja a una cebolla. La vaina se abre con cuidado y la lesión se extirpa por completo sin dañar el nervio. La biopsia está incluso contraindicada, ya que extirparía un fragmento del nervio y podría provocar un déficit neurológico.
Figura 36: Cuando la biopsia es necesaria para el tratamiento, deben observarse algunas precauciones fundamentales: - El cirujano responsable del tratamiento debe supervisar el procedimiento, asegurándose de que se lleva a cabo de acuerdo con la planificación quirúrgica. - Evitar incisiones transversales, que pueden comprometer el abordaje definitivo. - No realizar incisiones extensas en zonas sin musculatura suficiente, como la pierna, donde la cobertura posterior puede ser difícil. - Tener cuidado al suturar: los puntos no deben estar lejos de la incisión, ya que esto puede requerir una resección más amplia del tejido. - Evite las incisiones múltiples, como se ilustra en esta tabla con tres rutas diferentes, para minimizar los daños y facilitar la reconstrucción.
Figura 37: Otra iatrogenia: ¡dos incisiones distantes, con un nódulo subcutáneo que indica la implantación de un tumor de células gigantes! Una biopsia inadecuada puede provocar la diseminación de la lesión y complicar el tratamiento. Este caso pone de manifiesto la importancia de una planificación quirúrgica cuidadosa, que minimice los riesgos y garantice el mejor enfoque terapéutico.
Figura 38: Desgraciadamente, otro caso de incisiones múltiples en una neoplasia maligna, lo que dificultó la resección de este condrosarcoma con un margen adecuado. En vista de las vías inadecuadas, fue necesario realizar una resección extraarticular y una reconstrucción mediante una artrodesis de rodilla. Para evitar la amputación del muslo, se utilizó una prótesis rígida hecha a medida, asegurando el mejor abordaje posible.
Figura 39: Biopsia realizada con una incisión transversal, una vía inapropiada que dificulta la resección de este condrosarcoma de la pelvis con un margen adecuado. Este abordaje inapropiado hizo necesario realizar una resección cutánea amplia para la hemipelvectomía interna, permitiendo la extirpación completa del tracto de la biopsia
Figura 40: Este caso ejemplifica una biopsia correctamente realizada en un sarcoma de Ewing de la tibia proximal, permitiendo la resección completa del trayecto a través de la incisión quirúrgica. Realizar la biopsia correctamente es esencial para facilitar la planificación del tratamiento y garantizar márgenes de resección adecuados, evitando complicaciones adicionales.
Figura 41: Caso de osteosarcoma en la región posteromedial de la tibia. La flecha indica el punto correcto para la recogida de la biopsia, que debe realizarse en el trayecto de la futura incisión quirúrgica, garantizando que se pueda llevar a cabo la resección completa de la lesión sin comprometer las estructuras adyacentes.
Figura 42: Cicatriz de biopsia puntiforme realizada correctamente, asegurando la resección del tumor con un margen adecuado, incluyendo el trayecto de la biopsia. La precisión en la realización de la biopsia es esencial para facilitar el tratamiento definitivo y evitar complicaciones en el abordaje quirúrgico.
Figura 43: Para planear la biopsia en este primer caso, con una lesión de rarefacción ósea con límites imprecisos, agresiva y con focos de calcificación, algunos puntos deben ser considerados: - Sitio de recolección: La biopsia debe ser realizada en la región más representativa de la lesión, evitando áreas de necrosis, si presentes. - Recorrido de la incisión: El acceso debe planificarse a lo largo del recorrido de la futura incisión quirúrgica, asegurando que todo el recorrido de la biopsia sea posteriormente resecado. - Tipo de biopsia: Se puede realizar una biopsia incisional si aún no se ha definido el abordaje quirúrgico definitivo, o una biopsia con aguja si se puede obtener material suficiente para el análisis histológico. - Precauciones técnicas: Evitar los trayectos transversales y las incisiones múltiples. Es esencial que el procedimiento esté acompañado por el cirujano responsable del tratamiento definitivo.
Figura 44: Esta lesión afecta a toda el ala ilíaca derecha, extendiéndose por la columna posterior y alcanzando la región supraacetabular.
Figura 45: ¿Cómo planificar la incisión quirúrgica para una futura resección oncológica, de la forma más funcional posible, en este caso de un tumor agresivo que erosiona toda el ala ilíaca, alcanzando también el espacio extraóseo, y derramándose sobre la placa externa e interna de la pelvis derecha?
Figura 46: Podemos ver que la lesión extraósea está delimitada internamente por el peritoneo (flecha roja), externamente por el músculo glúteo (flecha amarilla) y cubierta por el plano graso (flecha blanca). La vía ideal para la biopsia debería ser a través de la cresta ilíaca (flecha azul). De este modo, el acceso quirúrgico será posible: - Internamente: seguir el desprendimiento del peritoneo. - Externamente: resecar una tira del músculo glúteo, que servirá de límite del tumor, garantizando una resección con margen oncológico. De esta forma, preservaremos la mayor parte posible de la musculatura, garantizando una cobertura adecuada de la herida quirúrgica y manteniendo la máxima función motora.
Figura 47: Al entrar en la sala de TC, ¡¡¡el paciente ya estaba anestesiado y en decúbito prono!!! Cuando pregunté al radiólogo, me respondió que era la mejor posición para obtener fácilmente la muestra. Dibujé el trayecto de la incisión prevista y le pedí que marcara el punto donde quería pinchar la biopsia. Lo marcó con una «X». - Le expliqué que la punción en el glúteo estaría fuera del trayecto quirúrgico previsto, lo que implicaría la resección de una parte importante de esta musculatura, lo que comprometería la función y dificultaría la resección. - Tras analizar la TC, comprendió la necesidad de cambiar el lugar de punción. - Optó por realizar la biopsia en la cresta ilíaca lateralmente, respetando la planificación quirúrgica. - Este esquema describe la futura resección prevista, con un margen oncológico y preservación de los tejidos.
Figura 48: La biopsia se realizó bajo sedación y control por imagen, siguiendo la vía que se adaptaba a nuestra planificación. El material recogido debe ser analizado inmediatamente por el patólogo, que está presente en el momento de la toma de la muestra. Este procedimiento se conoce como biopsia «congelada», en la que el patólogo no establece el diagnóstico en ese momento, ya que es necesario descalcificar el material óseo y luego incrustarlo en parafina, lo que permite teñir el portaobjetos y leerlo histológicamente. La participación del patólogo en esta fase es esencial para garantizar que: - La muestra tomada sea representativa de la lesión. - El material recogido es suficiente para el estudio inmunohistoquímico.
Figura 49: Durante la cirugía, se coloca al paciente en decúbito lateral y se marca en la piel el trayecto de la incisión quirúrgica, incluyendo la resección de la zona donde se tomó la biopsia. Se observa que la incisión permite la resección con margen oncológico del tumor monobloque, junto con la zona de biopsia.
Figura 50: Esta lesión agresiva en la metáfisis del fémur, con gran afectación extracortical -anterior, lateral y posterior- no debe biopsiarse a través del músculo vasto lateral, ya que esta vía es inadecuada y provocaría daño muscular, haciendo necesaria la resección parcial de la unidad motora, lo que comprometería tanto la cobertura como la recuperación funcional. El acceso correcto es realizar el procedimiento a través del septo intermuscular, muestreando el material extracortical posterior, sin necesidad de perforar la corteza para obtener la muestra.
Figura 51: Con el paciente en decúbito prono, tenemos la posición ideal para facilitar la biopsia. La flecha amarilla destaca el punto de entrada y la dirección de la aguja. El control tomográfico nos permite monitorizar y documentar la toma de la muestra para análisis histológico, adquirida a través del tabique intermuscular.

Autor: Profr. Dr. Pedro Péricles Ribeiro Baptista

 Oncocirugía Ortopédica en el Instituto Oncológico Dr. Arnaldo Vieira de Carvalho

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